Todos los Cuentos son de Amor: Rules of Civility
Todos los cuentos son de amor, pero este es de Amor Towles y se los tenía que compartir.
Recomendación: Rules of Civility, Amor Towles
Le dije a mi amiga una vez: me enamoro todos los días. Es un síntoma de ‘lovesickness’ o celo literario o quien sabe.
(Ya voy a hablar del libro.)
Se me hace difícil comportarme de otra manera; llueve, y las nubes se aferran a los balcones de la ciudad, o un bebe sonríe por primera vez cuando te mira a los ojos, tu hermano hace café muy de mañana y ya no tenés que hacerlo vos, tu abuela te escribe un mensaje. Así son esos momentos, los que lo hacen a uno tambalearse y caer enamorado.
Siempre me ilusioné con la idea de que en cada rincón del mundo existían maravillas que superaban lo oscuro y lo tenebroso, si uno abría sus ojos lo suficiente.
Comparto estas obviedades hoy porque la primera vez que escribí de Nueva York fue en palabras similares, redactadas con los anteojos rosa del enamoramiento, de la juventud y la ingenuidad. El cuento de Amor Towles, Rules of Civility, es un cuento de amor: neoyorquino, imposible, el mismo que te pasó a vos y a mi.
Tenía unos veinte años cuando primero conocí esa ciudad, y que no les quepa duda de que celebré las pantallas plásticas, aquellos zombis de Time Square; celebré al músico que aterraba a los demás pasajeros de un tren lento y mal operado; celebré la posibilidad de enamorarme cada mañana, del extraño que cruzaba la calle junto a mi, de los ruidos de oficinistas y profesionales creando cosas importantes, del cafecito que disfrutaba en un parque verde—ni se imaginan lo verde que era esa grama, nunca había visto algo así, no sabía que era posible.
Y todos mis amigos viviendo por el Lower East Side se burlaban, entre sus quejas de los precios de alquiler, las masas de turistas ridículos que insistían en visitar, la calidad imperdonable de mugre y ocio y escandalo…

Debo asumir que en algún momento ellos estaban encantados con Nueva York. ¿Y cómo no? Llegaron a la ciudad con sueños radicales, en busca de rascacielos, alguien les había tirado el cuento y ellos cayeron y se empeñaron en aquella quijotada. Ellos fueron los personajes del libro, ellos fueron los protagonistas de sus historias, de sus propios cuentos de amor.
La verdad es que todos los cuentos son cuentos de amor (escribí de otro hace poco). Este, en particular, cae como anillo al dedo: una joven lectora de libros se muda a Nueva York y descubre aventura en cada esquina y se enamora y hay complicaciones y todo sale bien al final.
Cuando terminé el libro, se lo recomendé a cinco amigas, tanto lo disfruté. Me acordó a una versión de mi que caminó esas calles, y sintió por un segundo eterno que el mundo se quedaba quieto y la esperaba. Luego vendrían desilusiones, corazones rotos, la monotonía de vida adulta que duele y aburre y cansa al mismo tiempo, pero en Nueva York, no existía más que el delirio de enamorarse y enamorarse y volver a enamorarse.
No quiero decir que la ciudad es mágica, caso contrario: es un espejismo y un espejo curvo a la vez, laberinto de distracciones que le permiten a una joven olvidarse que hay días tristes y difíciles y, peor de todo, aburridos. Hay días que tal vez no los leerías en un cuento. Si hasta en Nueva York uno se puede musepar (cito a mis amigos hastiados como ejemplo).
Pero me apego a esa ilusión, y me fio de la posibilidad de redescubrir la magia infantil del enamoramiento, de una sonrisa, un cafecito, la plática con mi hermano de dos horas, un buen cuento de amor.
PD: En el otoño del 2021, Amor Towles publicó Lincoln Highway, por si lo quieren buscar...estoy ansiosa por comprarlo.
